Esencia de la luz: un «lujo» al alcance de todos
¿Qué es la luz?
Toda forma de expresión creativa tiene un medio dominante. ‘La pintura se expresa con el color, la escultura con el espacio, la danza con el ritmo, la música con el sonido, la fotografía con la luz’.
La arquitectura se expresa a través de la declinación de todas estas dominantes exaltando su espesor mediante el uso de la luz.
El significado de la palabra luz cambia, no solo con la evolución del conocimiento humano, sino sobre todo según el interlocutor que se plantea la cuestión.
La luz a lo largo de la historia
En la antigüedad, en el mundo griego, se enfrentaron durante largo tiempo dos modos distintos de interpretar el fenómeno de la luz: según la escuela de Pitágoras era una especie de fluido emitido por los ojos, a los cuales regresaba con la imagen de los objetos circunstantes; una confirmación de esta hipótesis parecía provenir de la aparente luminiscencia de los ojos de los animales nocturnos.
Sin embargo, la hipótesis de los pitagóricos no podía explicar porqué para ver un objeto era necesaria una fuente de luz luminosa, además que el objeto y el visor.
Por otra parte, la escuela de Demócrito y sus atomistas, sostenía que la imagen de un objeto era emitida continuamente por el mismo objeto.
Esta opinión, fue siempre minoritaria, aunque sobrevivió durante largo tiempo.
En contraposición, Lucrezio señalaba que la sensación de que una luz intensa resultara dolorosa indicaba un origen externo al ojo.
En la época helenística la hipótesis pitagórica fue profundizada por Euclides y sucesivamente por Herón de Alejandría que formuló el principio del mínimo camino, retomado más tarde, en el siglo XVII por Fermat.
En la época medieval, los progresos más significativos en este campo tuvieron lugar gracias a teorías basadas en el estudio de lo que sucedía durante la visión de un objeto muy luminoso.
Dicha visión permanecía incluso tras haber cerrado los ojos, rechazando la teoría pitagórica de los rayos visuales y reconociendo que la visión de un objeto era un proceso fisiológico que se producía cuando el ojo era alcanzado por un rayo luminoso emitido por una fuente y reflejado por un objeto.
Entre el Medioevo y el Renacimiento se profundizó en los aspectos prácticos de la óptica, sobre todo a través de la construcción e lentes y el estudio de la perspectiva. En especial la óptica de las lentes fue estudiada por Kepler y sus estudios resultaron de fundamental importancia cuando se pusieron en discusión las pruebas recogidas por Galileo Galilei a través del catalejo.
Las leyes fundamentales de la refracción de los rayos luminosos, el fenómeno de desviación de de un rayo luminoso que se producía cuando el rayo atravesaba dos materiales transparentes de distinta densidad, fueron determinados por Cartesio, que sostenía que la luz, constituida por corpúsculos materiales, proviniendo de un medio menos denso y entrando en uno más denso, veía aumentar el componente vertical de la propia velocidad; a tal variación de la velocidad correspondía una desviación del recorrido.
La explicación cartesiana del fenómeno de la refracción fue pronto abandonada puesto que preveía que la velocidad de la luz aumentara en un medio más denso, cosa evidentemente falsa.
Estos argumentos fueron explicados por Fermat, con su principio del mínimo recorrido, el cual afirmaba que un rayo de luz avanzaba entre dos puntos, siguiendo la trayectoria que se recorría en el mínimo tiempo.
Pero los argumentos de Fermat tenían un contenido puramente geométrico y por lo tanto no contribuían al debate sobre la naturaleza de la luz, a diferencia de las observaciones de Grimaldi, que descubrió un nuevo fenómeno óptico: la difracción, el fenómeno por el cual la sombra de una aguja sobre una pantalla es mayor que cuanto debería ser en función de la propagación rectilínea de los rayos luminosos.
En 1666 Newton inició el estudio de la refracción de un rayo luminoso a través de un prisma triangular, llegando a la conclusión de que la luz solar era en realidad una mezcla de rayos con distinta fringibilidad.
Newton aceptó la teoría corpuscular, afirmando que la luz está constituida por el rápido movimiento de corpúsculos materiales. Explicaba tanto la distinta refrangibilidad observada como las distintas sensaciones de color con la diversidad de los corpúsculos que constituyen la luz.
En el examinar los fenómenos de refracción, Newton tuvo que retomar las tesis de Cartesio sobre el aumento de la velocidad en los medios densos, cosa que el impidió realizar una correcta interpretación de los fenómenos de refracción.
Objetando sobre el modelo corpuscular de la luz, Huygens puso a punto un modelo que atribuía a la luz una naturaleza ondulatoria.
La diferencia fundamental entre los dos modelos consistía en el hecho de que en el corpuscular la luz venía interpretada como materia en movimiento muy rápido; mientras que en el ondulatorio, se entendía como un impulso que producía ondas, las cuales se transmitían a través de un medio elástico.
Este modelo interesó también a muchos investigadores del siglo XIX que avalaron la hipótesis ondulatoria de la luz, entre los cuales Maxwell que llegó a unificar en una teoría los fenómenos eléctricos y los magnéticos, considerando la luz como una onda electromagnética capaz de propagarse incluso en el vacío sin suponer la existencia del éter.
A principios del siglo XX, algunas observaciones experimentales obligaron a reconsiderar la eficacia del modelo ondulatorio. Se supuso que la luz era un conjunto de unidades individuales e indivisibles, cuantos de energía llamados fotones que se movían rectilíneamente y que la intensidad luminosa de un haz de luz dependía del número de fotones en él contenidos.
Einstein dijo: ’reflexionaré todo el resto de mi existencia sobre qué es la luz’.
Sin embargo, hablar de luz no implica solo leerla en su connotación científica. La luz no es solo ciencia, sino también el agente que nos hace conocer la existencia de los cuerpos lejanos, por medio de los órganos de la vista y de las sensaciones que es capaz de producir.
En efecto, cada uno de nosotros, madura una propia visión de la luz dentro de sí; es un fenómeno científico pero capaz de suscitar emociones, de ser interpretado según el tipo, el lugar y la necesidad de quien lo vive.
La luz como experiencia
Cada uno traduce la luz como una propia experiencia: para el artesano es instrumento, para el pintor es la magia de capturar, para el actor es la exaltación de la trampilla, para el fotógrafo es la huella, para el atleta es la gloria olímpica, para el gráfico es la pantalla de su ordenador, para el religioso es la divinidad, para el poeta es un verbo, para el minero es su mirada, para el ciego es la intensidad de la oscuridad, para el marinero son las estrellas, para el niño es el interruptor, para nosotros también invención, pasión, juego y emoción.
Para nosotros es el reto de interpretar y comprender todos estos modos de entender la luz en sus aplicaciones; proyectarla para que pueda seguir siendo igual de versátil y subjetiva.
‘form m’ MarioNanni
Conoce las 8 reglas de la luz de marionanni